RESPETO - relato corto-
Don Bernardo se mueve, despacito,
con su bastón, ayudando a sus muchos años a desplazarse por la oficina de la Seguridad
Social para hacer un trámite con su pensión. Piensa en la indignidad de la
vejez, en su falta de fuerza, en que no acierta a ver los números en la
pantalla para comprobar si ya es su turno, en lo dura que es la silla en la que
debe esperar..
Alicia, por otra parte, está en
su puesto recién estrenado de funcionaria. ¡Cómo se alegraron sus padres cuando
sacó la oposición! Tan joven, y ya con un buen puesto “para toda la vida” …
Lo de “tan joven” le supuso
muchos problemas al principio, unos, porque enseguida supusieron que, si había
aprobado a la primera, era que tenía conocidos de algún tipo que le habían
facilitado el puesto por ser joven y atractiva. Otros, cuestionando su
capacidad y conocimiento de los temas que tendría que solventar a diario en su
puesto. Ella no perdió el tiempo en explicarse con ninguno, para qué, era una
labor inútil en la que no gastaría energía.
Llega el turno de Don Bernardo,
le corresponde la mesa cuatro, pero los números que las indican son pequeños,
se equivoca y se acerca a la mesa de Alicia, la tres, y se sienta enfrente de
ella.
Alicia
le ve sentarse con esfuerzo y piensa “Bueno, se ha equivocado, pero no voy a
hacerle levantar de nuevo, veré si puedo atenderle” y le saluda, preguntando
qué necesita.
Bernardo la mira, piensa en su
nieta, tan atolondrada, y tan parecida a esta “niña” y desconfía de que sepa
hacer su trabajo, pero suspira y plantea su problema, en la esperanza de solucionar
su trámite pronto y volver a casa.
Se sorprende cuando Alicia le
informa de todo lo que necesitaba saber, con detalle, y le pregunta si prefiere
que se lo entregue también escrito, ya que Bernardo no tiene correo electrónico
al que enviar la información. Un nuevo respeto por la “niña” surge en Bernardo.
A su vez, Alicia, que ha tenido
la paciencia de escuchar su explicación, no demasiado clara, y de entresacar
qué trámite quería realizar Bernardo, piensa en que ella también llegará a esa edad,
en que los números de las mesas son pequeños, en que quizás convendría
preguntar si se pueden acolchar mínimamente las sillas de espera… todo esto,
después de ver el expediente de Bernardo, alguien que ha trabajado muy duramente
toda su vida y ahora necesita su ayuda. También en Alicia ha nacido un nuevo
respeto por ese anciano, de hablar balbuceante, con vista cansada y trato
paternalista hacia ella.
De esto trata, para mí, el curso:
de respeto. De empatía hacia los demás y con uno mismo, de no sentirte con la
verdad absoluta y estar abierto a que otros te enseñen su diversidad, de
entenderse y hacerse entender, de convivir.
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